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aria

aria nace de los viajes largos en coche por la autopista, de las comidas familiares donde los adultos hablan y las niñas comen queso, de construir un fuerte con sillas y almohadones, de esconderse debajo de las sábanas, de sentirse animal, de una mente infantil que huye, de encogerse dentro del carrito de la compra, de acurrucarse en la bañera hasta que el agua se enfría. aria vive de la soledad de la niña rodeada de gente, de su caballo alado, de las sonrisas a escondidas, de los labios que se mueven mudos, de buscar el silencio para hablar. aria no habla, extraña y rehúsa el lenguaje humano, es toda bosque, tiene savia por sangre y tallos por arterias, es toda animal, es toda agua. aria es etérea, que no invisible, aparece cuando quiere o cuando es convocada, crece, mengua, muda el cuerpo y tiene alma de felino. su apariencia antropomorfa a menudo le sobra, a veces le falta, casi siempre le es indiferente, la piel de hembra se le queda pequeña, su ser trasciende, se difunde. su histo...
me pregunto por qué no he escrito sobre lo nuestro, recuerdo que no hay nada nuestro. por qué no he escrito sobre lo mío. sobre inspirar barro, olor a fantasmas, agua contaminada, expirar mariposas negras que van a morir al suelo. no es fácil respirar cuando los pulmones se pudren y el cuerpo se está secando. yo y estas letras nos sentamos a hablar en el borde de la noche. no puedo uniros. el silencio no necesariamente es paz. cuando dos silencios se juntan hacen mucho ruido por dentro. cómo esconderme por dentro. pero también está tu papel, y tu papel en mi sueño que no es otro que el tuyo con otros. y mi papel, que no sé cuál es. las palabras bonitas duelen más que las malas en un alma rota. cuántos suspiros habré disimulado con el humo de un cigarro, mi cama está hecha de colillas manchadas de carmín. tantas veces una mano me acerca a la nariz un frasco lleno de insectos muertos que ya no distingo el olor...
Como el lado vacío en una cama de matrimonio. Como el silencio entre lo que pienso y lo que digo. Como un cacahuete hueco. Sale de mí la yema por un agujero pinchado y me vacío, pero sigue pareciendo el huevo entero y crudo, ojalá crudo. Nieta defectuosa, hija lastre. Hermana mayor diminuta. Amiga invisible, amiga ciega. Como el helado que se derrite y resbala por los dedos. Como el refresco que cae y se escurre por la alcantarilla. Madre en potencia de un bebé muerto, hija en acto de un mundo muerto. Hija lastre. Ojalá cruda y no podrida.
Te intento atrapar. Tu yo onírico, paralela en sueños, intento atrapar. Te vas corriendo y voy detrás, como una potra desbocada, no me dejes olvidar, hoy no me importa nada más, he despertado a mi pesar y sólo quiero recordar la palabra que nunca me das y la intimidad que nunca me darás, pero no puedo, alma libre, te me vas, huyendo como Dafne, te irás y yo detrás.
Había una vez una chica o algo así. La chica o algo así nació de entre dos tallos abiertos como dos piernas abiertas, embalsamada en savia y sangre. La chica o algo así iba cada semana a visitar una luz. Decidió volver a escribirse, para conocerse o entenderse, lo que primero pase. Para su luz escribe "Me siento vacía y una extraña y una impostora". Hay veces en las que está sola, en silencio absoluto, y un silencio mayor se traga el silencio suplantador. Ya no suena, qué sonaba, ya no suena; ahora sí, sola, y cae al vacío. Los pensamientos se le hacen una bola en la cabeza, siempre que está cerca de esclarecer alguno de ellos una nube de confusión pasa por encima y ya no se ve nada. Niebla. Sólo sabe que no sabe nada, sólo sabe que sólo está triste. Un día la luz se embaraza. Y ella egoísta. Y ella sola. La ansiedad se le cuela en el cuerpo como un vecino inoportuno. Tú eres la ...
Es un bosque. Su cuerpo mi refugio. Un bosque sin domar para mí, y me hundo entre sus ramas y me sumerjo en la espesura. Cómo bailo en el pantano con dos ojos que miran hacia dentro, cómo bailo. Y acaricio sus tallos, húmeda dureza, y cómo bailo. El agua tibia que se derrama en delicados riachuelos que me pasan por las líneas del cuerpo, frío. Pero el agua tibia. El viento en el pelo, como el soplido suave que huele a fresas. Corro desnuda sin cáscara, sola en el bosque, mi bosque, mi animal, ruge para mí.
La niña duerme en un lecho de flores, paciente, exhausta, suspensa. La niña pregunta por la niña en sueños. Dónde estoy, dónde estoy, no me veo. La niña duerme sin fin, impaciente, decepcionada, ofendida. No sabe la niña qué he hecho de ella. No quería que yo cambiase para este lado. La niña duerme enfadada. He cambiado para este lado. Renuncio a la luz de las siluetas que me cruzan. Renuncia a mí el mostrar, el dejarse una cosa ver, renuncia a mí. El sentir se me niega fuera de la estrella. Qué hacer con la verdad del tiempo, con el presente que no acaba, con el futuro que no llega y llegará demasiado deprisa, demasiado tarde. Qué hacer con las mariquitas en el pecho y la rosa en el esófago, qué hacer con la soledad, como una niña que duerme en un lecho de flores y, queriendo despertar, duerme, duerme…