me pregunto por qué no he escrito sobre lo nuestro, recuerdo que no hay nada nuestro. por qué no he escrito sobre lo mío. sobre inspirar barro, olor a fantasmas, agua contaminada, expirar mariposas negras que van a morir al suelo. no es fácil respirar cuando los pulmones se pudren y el cuerpo se está secando. yo y estas letras nos sentamos a hablar en el borde de la noche. no puedo uniros. el silencio no necesariamente es paz. cuando dos silencios se juntan hacen mucho ruido por dentro. cómo esconderme por dentro. pero también está tu papel, y tu papel en mi sueño que no es otro que el tuyo con otros. y mi papel, que no sé cuál es. las palabras bonitas duelen más que las malas en un alma rota. cuántos suspiros habré disimulado con el humo de un cigarro, mi cama está hecha de colillas manchadas de carmín. tantas veces una mano me acerca a la nariz un frasco lleno de insectos muertos que ya no distingo el olor de las rosas. y no me importa que no me veas no me importa imaginar. pero claro que me importa. le has quitado el sitio a mis musas.
La niña duerme en un lecho de flores, paciente, exhausta, suspensa. La niña pregunta por la niña en sueños. Dónde estoy, dónde estoy, no me veo. La niña duerme sin fin, impaciente, decepcionada, ofendida. No sabe la niña qué he hecho de ella. No quería que yo cambiase para este lado. La niña duerme enfadada. He cambiado para este lado. Renuncio a la luz de las siluetas que me cruzan. Renuncia a mí el mostrar, el dejarse una cosa ver, renuncia a mí. El sentir se me niega fuera de la estrella. Qué hacer con la verdad del tiempo, con el presente que no acaba, con el futuro que no llega y llegará demasiado deprisa, demasiado tarde. Qué hacer con las mariquitas en el pecho y la rosa en el esófago, qué hacer con la soledad, como una niña que duerme en un lecho de flores y, queriendo despertar, duerme, duerme…
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