Día M

Aún confío, pero soy invisible.

Día H

Estoy poniendo un pie fuera porque he empezado a pensar que hay más ruido dentro. Un oso blanco me gruñe por la noche y no me deja moverme. Salir del bosque no es una posibilidad.

Día N

Tengo alfileres clavados en las comisuras y la garganta me arde al hablar. A veces me abro y me vacío en el suelo, como un charco de vino salpicado de trizas de piel.

Día D

A mi alrededor flotan algunas caras condenadas a sonreír con los dientes manchados de sangre. Puedo ahuyentarlas durante un tiempo, pero es exiguo. Mi condena es verlas.

Día V

Reconozco que no hablo el idioma de mi cuerpo, me deshago ante el espejo y después trato de unir las piezas, pero nunca vuelven a encajar. Lo he desordenado todo tantas veces que me he quedado ciega de repente y cojeo al andar. Sólo sé dónde están los pulmones porque me duelen de tanto usarlos. A menudo se me olvida el corazón.

Día T

Puedes encontrarme en el banco de siempre, ya no hay ninguna casa en mi casa. Me encontrarás buscando agua en los pantanos, huyendo del sol, tal vez sin un brazo o sin una pierna o sin una cara. Encuéntrame porque yo ya no puedo.

Día F

Quisiera esconderme en un callejón oscuro y vomitarlo todo, porque la madera se me astilla en las paredes del estómago. He descubierto que si espero lo suficiente se descompone sola, pero luego se regenera y me escala el esófago y raspa. Quisiera esconderme de verdad, en algún otro plano de existencia, en la bombilla que se funde y se desecha sin más, en el fondo de un vaso vacío en una mesa vacía de una casa vacía. No quiero meterme debajo de la cama mientras el monstruo duerme encima, ni guardar los ojos y la nariz y la boca en un cajón y seguir deambulando entre la gente real. Quisiera vomitar de verdad, todos los clavos incrustados, todos los órganos cubiertos de moho, todos los insectos que revolotean por los huecos de mis huesos. Pero sólo puedo pasear sin ojos.

Día J

Un pájaro me despierta piando en mi oído. Está sobre la almohada, me pregunta sobre todas las cosas que me da miedo contestar. Es el gorrión que llevé muerto en la mochila del colegio. Me pregunta en qué me he convertido.

Día B

En qué me he convertido.

Día A

Dicen que dentro del caos siempre hay un orden, pero en mi orden siempre hay caos. Estoy dentro de un orbe lleno de principios y finales anodinos y mezclados.

Día P

Bebo del río Leteo todos los días y empiezo de nuevo. Los recuerdos que no me destruyen se congelan en fotogramas y se destruyen a sí mismos. Arden sus esquinas hasta que se consumen y se derraman en forma de cenizas. Estoy en el polvo.

Día Q

Igual que una cuenta atrás los números flotan en el cielo. Si hay algo que me fascina y me aterra a partes iguales es el cielo. Cuando miro hacia arriba, una mano invisible me baja la cremallera que me une la piel, el cuerpo se me desdobla y me vierto por todos lados. Ya no soy un charco de vino, soy otro cielo en el suelo, uno gris con nubes cargadas de lluvia. Me desparramo y me filtro por el barro, me deslizo entre las lombrices, resbaladiza y ligera, pero hay algo que aún me pesa, porque sigo bajando, y me acerco al magma, y me sigo hundiendo.

Día Y

Entre todas las formas posibles de hacer un nudo he escogido la más retorcida. Con un poco de suerte no tendré que deshacerlo. No os ocupéis, ya me preocupo yo.

Día U

Olvidé quitarme la cáscara, otra vez. No entiendo el trozo de cristal que me subyuga. No veo mi cuerpo, no veo la menuda burbuja de jabón que tengo por cabeza, no veo los peces nadar en el aire de su interior, no me veo detrás de la repulsiva piel. Me veo inmunda, enlodada, grasienta, agachada, arañada, desmembrando el cadáver de un gato, masticando sus entrañas, absorbiendo su séptima vida. Me veo indecente, inmoral, obscena. A veces soy dos manos que proyectan la sombra de un ave, otras soy un mutilado muñón que ensucia de sangre la pared. Dibujo...

Día W

Finalmente no confío, pero están tranquilos.

Día C

Justo detrás del telón hay una línea pintada en el suelo, también hay una nube en la que yace rendido el actor. Figuras geométricas, espirales, círculos incompletos. Líneas discontinuas, los límites de las cosas. Un gran pulmón flotante que se hincha y se deshincha como un globo, un pensamiento lóbrego que se acerca y se afila como una aguja. Un electrocardiograma que grita las constantes vitales, muy poco constantes, mucho menos vitales. La luz apagada, apagado el actor. De pronto un pitido continuo ensordecedor. Gracias por venir, se acabó la función.

Día Ñ

Ahora que soy yo, no estoy en el espejo.

Día L

Recuerdo una niebla gris al nacer por segunda vez. Me dividió y abrió dos caminos opuestos, mi naturaleza me llevó por los dos. Intenté sin éxito comprender los orígenes, desandar lo andado, aprender a unirme de nuevo sin que todos mis antónimos se mezclaran. Ahora sólo intento comprender los finales, reconocer el que será mi último paso, desaprenderlo todo, abandonar el huevo. Morir por segunda vez. Debo morir por segunda vez. Y esperar que quieran hacerme nacer una tercera.

Día G

Una colmena de abejas a punto de caer al suelo. No puedo salir, el desastre es inminente. Vuelo ridículamente chocando con las paredes. No sé si los zumbidos son reales o están dentro de mí. Siento que voy a caer hacia arriba. Zumbido. Murmullo. Crujido.

Día I

Me dejo llevar en una barca al antojo del mar, rumbo al ojo del ciclón, tendida de cara al cielo, y las estrellas se me antojan extraordinariamente cercanas. La luna parece haber bajado a despedirse de mí, quizás a darme la bienvenida. Cada vez que estoy cerca del final del camino la corriente me empuja en dirección contraria y tengo que volver a hablarme a mí misma para hacerme creer de nuevo. Se me caen los dedos por un lado de la barca, el agua los ha reblandecido hasta desprenderlos de mi mano, un grupo de peces pelean por comérselos. Quiero llegar a la linde donde se pierde el rastro de los marineros, donde todo está quieto y siempre es de noche. Pero me temo que sólo llegaré cuando pierda los dedos de la otra mano y todo lo demás. Perderme entera. Me creía ya perdida. Debo perderme dos veces.

Día Z

Ruido.

Día O

Me despierto y un enorme ojo se abre en el techo, escrutándome en la negrura. Hinchado, enrojecido. Tiene las pestañas absurdamente largas y tan pesadas que parecen lentos abanicos cada vez que parpadea. La habitación está sumida en un silencio asfixiante, siento que nado hacia abajo, los huesos se agitan dentro de mí como si mi cuerpo fuera un mero molde de cerámica vaciado. (No puede ser nada más.) El ojo es un juez que me acusa y brilla, creo que es de cristal. Parpadeo y desaparece. Sólo ha cambiado de sitio.

Día X

Una figura que se diluye en la oscuridad está de pie frente a un cuadro, recta y expectante. Soy un punto blanco pintado en un lienzo en blanco. Le devuelvo la mirada. Sobre mí brotan letras como semillas de maíz que estallan. Signos de interrogación que suenan exclamativos. Me leo, me preguntan dónde estoy.

Día E

Dónde estoy.

Día R

En el bosque, en los pantanos, vomitando en un callejón oscuro. Estoy en un gorrión muerto, en el río del inframundo, en el cielo, en el subsuelo, en el polvo. Detrás del telón, en la niebla gris, en una colmena, en un ciclón, en un punto blanco. En un sueño dentro de otro sueño dentro de otro sueño que se desdobla infinitas veces. No estoy en el espejo.

Día K

Estoy sola.

Día S

No veo en la muerte algo delicado ni principio de nada. Veo en el alma un puñado de tornillos dispuestos al azar que sólo se ordenan al final del cuento. Me voy hacia el tabú.

Día cero

A veces digo a veces queriendo decir siempre. Mi garganta es un eterno túnel de contradicciones, hay que sacar toda la basura, dudar de todas mis palabras. A veces no. Por eso paré cuando dije sigo. Por eso paro cuando no hablo, y me subo al primer tren y desaparezco y esté donde esté estoy huyendo, y huyo mirando atrás, porque viajo entre memorias tristes, y huyo de todo y de todos porque no puedo huir de mi piel. Hoy me quito el disfraz como una cáscara de mandarina, por fin huyo de mí, me quedo con todos. Ya soy inmarcesible. Nado en un infinito de líquido amniótico, sin sogas ni ataduras, sola de verdad, en el grado máximo de soledad que un ente puede alcanzar. Me acerco inexorablemente al tormento de ánimas que nunca pertenecieron a ningún lugar en vida.

A veces digo yo pero me refiero a la espuma de mar.

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