aria

aria nace de los viajes largos en coche por la autopista, de las comidas familiares donde los adultos hablan y las niñas comen queso, de construir un fuerte con sillas y almohadones, de esconderse debajo de las sábanas, de sentirse animal, de una mente infantil que huye, de encogerse dentro del carrito de la compra, de acurrucarse en la bañera hasta que el agua se enfría. aria vive de la soledad de la niña rodeada de gente, de su caballo alado, de las sonrisas a escondidas, de los labios que se mueven mudos, de buscar el silencio para hablar. aria no habla, extraña y rehúsa el lenguaje humano, es toda bosque, tiene savia por sangre y tallos por arterias, es toda animal, es toda agua. aria es etérea, que no invisible, aparece cuando quiere o cuando es convocada, crece, mengua, muda el cuerpo y tiene alma de felino. su apariencia antropomorfa a menudo le sobra, a veces le falta, casi siempre le es indiferente, la piel de hembra se le queda pequeña, su ser trasciende, se difunde. su historia no difiere de la que crea tener una niña huérfana, el destino no existe y no existen las decisiones, su voluntad brota espontánea y súbita, sin tiempo para la duda y luego se olvida, nada importa y todo es esencial, como su historia o su falta de ella. tiene el cabello de las muchachas curiosas, los ojos de gata y los deseos primitivos. reúne entre sus dedos las fantasías insolubles, los experimentos furtivos, los pensamientos impuros que sólo son impuros por venir de un ser cándido que sólo es cándido por existir poco tiempo. es, sobre todas las cosas, indomable, y no es, bajo ningún concepto, invisible. se hace entender sin pretenderlo, entiende sin saberlo, es amiga por accidente y amiga en esencia, no le importa la conciencia, no se sabe, no se duda, no se cuestiona. no es invisible. siempre está, porque siempre ha estado.

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