Volveré a vestir el luto pero no será esta noche. Ahora me tomo un descanso de lo políticamente correcto y, dejando la realidad encerrada en el armario, te invoco para cuestionarte. Esta noche el carmín tiñe mis labios, es la noche para preguntarte qué pasaría. No podré hacerlo cuando vuelvan a ser grisáceos y agrietados, y afloren de nuevo las arrugas de la pugna constante contra mi propio demonio. Esta noche me desnudo ante el espejo y no te miro a los ojos para preguntarte, ¿se trastornaría el universo si brotaran todas las verdades incorrectas? Me miro a los ojos y me contesto con otra pregunta. ¿Existe la posibilidad de que se reestructuren los cimientos de todo lo que sabemos cuando lo correcto sea incorrecto y la verdad sea mentira? Esta noche la verdad es mentira. Esta noche se desordena todo lo que existe para mí. Ahora puedo sentirme resguardada en esta confortadora oscuridad para preguntar con un hilo de voz qué harías si supieras que mi mente no me domina, qué pasaría si descubrieras que todo está saliendo catastróficamente mal, que los nervios no son nervios sino espinas envenenadas con mi propia sangre. Hoy que te manifiestas sin alma y sin razón te imploro, ¿te irías si te vieras en mis ojos?
La niña duerme en un lecho de flores, paciente, exhausta, suspensa. La niña pregunta por la niña en sueños. Dónde estoy, dónde estoy, no me veo. La niña duerme sin fin, impaciente, decepcionada, ofendida. No sabe la niña qué he hecho de ella. No quería que yo cambiase para este lado. La niña duerme enfadada. He cambiado para este lado. Renuncio a la luz de las siluetas que me cruzan. Renuncia a mí el mostrar, el dejarse una cosa ver, renuncia a mí. El sentir se me niega fuera de la estrella. Qué hacer con la verdad del tiempo, con el presente que no acaba, con el futuro que no llega y llegará demasiado deprisa, demasiado tarde. Qué hacer con las mariquitas en el pecho y la rosa en el esófago, qué hacer con la soledad, como una niña que duerme en un lecho de flores y, queriendo despertar, duerme, duerme…
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