En los bosques nevados espero siempre y de ti veo una luz que crece cuando te acercas, qué manos más frías tienes me dices, qué palabras cálidas las tuyas pienso, qué cálido tu cariño qué tierno tú. Espero en la nieve, tirada o caída, y me alzas y me llevas a otro mundo más templado. Qué forma abrupta esta mía de ser, qué defectuosa, y tú qué tierno, pero qué tierno. Volamos entre las copas de los árboles en bosques infinitos, como dos pájaros ridículamente pequeños en la inmensidad, en el absurdo del mundo que nos cae en forma de lluvia, y no importa, ni la insignificancia, ni las preguntas, sólo la ternura. Lo tierno sobrevuela, lo tierno son las nubes por encima del absurdo, es la belleza, sagrada. Me busco en las hojas quebradas y a veces estás dibujado cuando estoy a punto de morir sola. Gracias por estar en la hora de la estrella con una manta extendida y arroparme el miedo. Por acompañarme por los senderos de ramas secas cuando voy descalza gracias. Dormidos en la maleza como dos animales saciados.
La niña duerme en un lecho de flores, paciente, exhausta, suspensa. La niña pregunta por la niña en sueños. Dónde estoy, dónde estoy, no me veo. La niña duerme sin fin, impaciente, decepcionada, ofendida. No sabe la niña qué he hecho de ella. No quería que yo cambiase para este lado. La niña duerme enfadada. He cambiado para este lado. Renuncio a la luz de las siluetas que me cruzan. Renuncia a mí el mostrar, el dejarse una cosa ver, renuncia a mí. El sentir se me niega fuera de la estrella. Qué hacer con la verdad del tiempo, con el presente que no acaba, con el futuro que no llega y llegará demasiado deprisa, demasiado tarde. Qué hacer con las mariquitas en el pecho y la rosa en el esófago, qué hacer con la soledad, como una niña que duerme en un lecho de flores y, queriendo despertar, duerme, duerme…
Comentarios
Publicar un comentario